Un
beso, seguido de otros cuantos, mis manos recorren tu espalda al mismo
tiempo para después fundirse con tus manos en un apretón. Tu aliento, el
mío, de una boca a otra mientras nuestros labios forman un puente, un
puente al que pronto se une nuestra amante, una de ellos, pues no
estamos todos, que nos observaba desde el sofá, sonriendo. No somos tres
cuerpos en un mismo espacio, constituimos una
manada, una explosión espontánea de placeres y deseos, cariño y olor a
hormonas. Sonrío porque os veo felices, porque estoy feliz, no encuentro
limitaciones, ni tan siquiera la del tiempo.
Beso sus tetas, tú mi
cuello y es entonces cuando mis aullidos de placer, mi respiración
fuerte, se mezclan con la suya, con sus aullidos, con su respiración. Se
tumba, me pongo encima y tú al lado, caricias, roces, besos, apretones,
saliva sobre nuestros cuerpos, toda la mañana en continuo movimiento,
nos cambiamos de lugar, de espacio, salimos fuera para sentir el frío en
nuestra carne. Seguimos dando rienda suelta a nuestros deseos y
probamos nuevas cosas para descubrir nuevos placeres. Terminamos en el
suelo, sentados, en un silencio hermoso mientras nuestros cuerpos se
sienten los uno a los otros, y así pasamos la mañana, no hemos penetrado
nuestros orificios mas que con nuestras lenguas y nuestros dedos, ni ha
habido eyaculaciones mas que la que producían nuestras lindas bocas, no
nos hacía falta todo eso, no nos invadía esa necesidad para estar en
contacto entre nosotros.
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